Globalización significa esencialmente que, hoy más que nunca, los grupos y las personas se relacionan directamente a través de las fronteras sin la intervención del Estado. La globalización ocurre, en parte, gracias a la nueva tecnología y también porque los estados se han dado cuenta de que la prosperidad se logra más fácilmente si se libera la energía creativa de los ciudadanos en lugar de reprimirla.
Las ventajas de la Globalización son evidentes: rapidez en el crecimiento, mejores niveles de vida, nuevas oportunidades. Sin embargo, se ha iniciado una reacción violenta. ¿Por qué? Porque las ventajas se han distribuido en forma muy desigual, el mercado global no se ha estabilizado con las reglas basadas en objetivos sociales compartidos, y porque si todos los pobres del mundo siguen el camino que llevó a la prosperidad a los ricos de hoy, pronto se agotarán los recursos de la Tierra.
De allí que el reto que enfrentamos hoy: asegurar que la globalización se convierta en una fuerza positiva para todos y evitar que millones de personas se queden en la miseria.
Si queremos que la globalización nos brinde lo mejor, debemos aprender a gobernar mejor en los ámbitos local, nacional e internacional en forma unida. Pero los gobiernos solos no van a hacer que los cambios sucedan. Gran parte del esfuerzo tiene que realizarlo la inversión privada, las fundaciones y la sociedad civil.
En setiembre del año pasado, en la Cumbre del Milenio de la ONU, los líderes mundiales tomaron la decisión de reducir a la mitad el número de personas con ingreso inferior a un dólar diario, el de aquéllos que sufren hambre y el de gente que carece de agua potable. Ellos prometieron lograr ese objetivo antes del año 2015.
La historia juzgará a esta generación por lo que haya hecho para cumplir con este compromiso. El éxito del desarrollo sostenible depende de la globalización, en gran medida, de que se multiplique el acceso a las oportunidades de la globalización. Los países que han logrado un mayor crecimiento son los que se han integrado con éxito a la economía global y han atraído la inversión extranjera.
Esto depende también de la calidad de gobierno que hayan tenido los países. Sólo pueden competir en el mercado mundial las naciones cuyos ciudadanos disfrutan del imperio de la ley, del respeto a los derechos humanos, de instituciones eficaces, transparentes y responsables, y del ejercicio libre en las decisiones que afectan sus vidas.
Lo que exige ahora dentro de la globalización, la tecnología de la información es capacidad intelectual, el único bien que está distribuido de modo equitativo entre los habitantes del planeta. De manera que con una inversión relativamente baja, principalmente en educación básica para niños y niñas, podemos poner al alcance de los más necesitados toda clase de conocimientos y permitir a los países pobres "saltar" algunas de las etapas del desarrollo -prolongadas y dolorosas- que otros tuvieron que experimentar.
Hay muchas cosas que las naciones pobres pueden hacer para ayudarse; pero las naciones ricas tienen que jugar un papel indispensable, abriendo sus mercados a los productos que ofrecen los países pobres y dejando de inundar el mercado mundial con alimentos subsidiados, haciendo imposible la competencia de los agricultores en los países pobres.
Las naciones ricas tampoco pueden esperar que los países en desarrollo escuchen sus llamados al cuidado del medio ambiente global, mientras no estén listas para alterar sus hábitos irresponsables de producción y consumo. A los países en desarrollo se les debe permitir exportar su método de adquirir la prosperidad.
Todos están de acuerdo en que a los países más pobres se les debe quitar la carga de la deuda. Pero los países ricos todavía no han puesto a disposición suficientes recursos para hacerlo. Las empresas privadas y los gobiernos deben tener en cuenta las necesidades de los pobres al tomar sus decisiones de inversión y poner precios a sus productos. Eso también es globalización. Son los principales beneficiarios de la globalización y les debe interesar que ésta sea sostenible, haciendo que produzca ventajas para todos.
Solamente cuando la gente común y corriente, hombres y mujeres de ciudades y aldeas del mundo, tengan una vida mejor, sabremos que la globalización dejará de ser exclusiva y permitirá que todos compartan sus oportunidades. Ésta es la clave para eliminar la pobreza en el mundo.